Mapa del Santuario debajo del texto
Estamos en lugar que es el “corazón” del Santuario de Łagiewniki, pues aquí se encuentra la imagen milagrosa de Jesús Misericordioso y la tumba de Santa Faustina. La capilla del convento se ha ubicado en el lugar donde se unen el convento de las religiosas y la Casa de Misericordia, donde las hermanas han llevado y siguen llevando su labor apostólica. La capilla, o sea, la pequeña iglesia dedicada a San José fue consagrada en 1891 por el Card. Albin Dunajewski. En 1968, el Card. Karol Wojtyła la incluyó en la lista de los santuarios de la Archidiócesis de Cracovia debido a los peregrinos que acudían a rezar ante la imagen milagrosa de Jesús Misericordioso y a la tumba de Sor Faustina Kowalska, y en 1992 el Card. Franciszek Macharski, “teniendo en cuenta el culto a la Divina Misericordia, que se está desarrollando vivamente”, promulgó un decreto por el cual se estableció el Santuario de la Divina Misericordia.
En el altar mayor, obra de Ferdynand Majerski de Przemyśl, se encuentra una estatua de la Madre de Dios de la Misericordia, la patrona de la Congregación, a la izquierda, una estatua de San Estanislao Kostka, el patrón de los jóvenes religiosos, y a la derecha, una estatua de Santa María Magdalena, la patrona de los penitentes. A la izquierda del presbiterio hay un altar con el cuadro milagroso de Jesús Misericordioso (pintado por Adolf Hyła, 1944), que cubrió el cuadro original del Sagrado Corazón de Jesús (pintado por Jan Bąkowski, 1896), y a la derecha hay un altar con un cuadro de San José con el Niño (de finales del siglo XIX, pintado por Franciszek Krudowski). Las históricas pinturas murales fueron diseñadas en el periodo de entreguerras (1934) por Zdzisław Gedliczka. Durante la renovación y restauración general de la capilla (entre 1981 y 1990), se instalaron vidrieras en las ventanas laterales y en el porche, que es obra de Wiktor Ostrzołek. Sólo una vidriera, la de Santa Cecilia, situada en la ventana redonda del coro, es anterior. Alrededor de la capilla, en las paredes, hay vitrinas con los exvotos, artísticamente expuestos, que son un vivo testimonio de las gracias que los peregrinos han recibido en este lugar.
En esta capilla, Santa Faustina asistía diariamente a misa, cada semana se confesaba, cada día participaba en el oficio vespertino con la bendición del Santísimo Sacramento, hacía la meditación, el examen de conciencia, la lectura espiritual, el Vía Crucis con las mismas estaciones que hasta hoy adornan la capilla. Acudía aquí a la adoración del Santísimo Sacramento y a las vigilias nocturnas organizadas por la Congregación, especialmente los primeros jueves de mes. Cada momento libre pasaba a los pies de Jesús en el Santísimo Sacramentado. Aquí vivió acontecimientos muy importantes de su vida religiosa: la ceremonia de su vestición durante la cual recibió el hábito y el nombre religioso de Sor María Faustina, sus primeros votos y los perpetuos, retiros y jornadas de reflexión. Por último, esta capilla fue el testigo no sólo de su ferviente oración, sino también de 116 diferentes tipos de visiones y experiencias místicas de la Santísima Trinidad, del Señor, del Niño Jesús, de la Virgen, de los ángeles, de la Sagrada Familia, de los santos y de las almas que sufren en el purgatorio.
Los frutos de su oración ante el Santísimo Sacramento son las hermosas conversaciones entre Dios misericordioso y las almas de todo tipo: pecadoras, desesperadas, sufrientes, que buscan la perfección y las que son ya perfectas. Jesús le dio a conocer su misericordia hacia estas almas y el modo diferente con que la ejercía para cada alma en particular.
Entre las más excepcionales, está la de la visión de la institución de la Eucaristía: «Jesús me permitió entrar en el Cenáculo —apuntó— y estuve presente durante lo que sucedió allí. Sin embargo, lo que me conmovió más profundamente fue el momento antes de la consagración en que Jesús levantó los ojos al cielo y entró en un misterioso coloquio con su Padre. Aquel momento lo conoceremos debidamente sólo en la eternidad. Sus ojos eran como dos llamas, el rostro resplandeciente, blanco como la nieve, todo su aspecto majestuoso, su alma llena de nostalgia. En el momento de la consagración descansó el amor saciado, el sacrificio completamente cumplido. Ahora se cumplirá solamente la ceremonia exterior de la muerte, la destrucción exterior, la esencia está en el Cenáculo (Diario 684).
Durante la oración y la misa, Sor Faustina veía a menudo a Jesús Crucificado, a veces al Niño Jesús, y oía llamadas urgentes a proclamar el mensaje de la Misericordia al mundo: «Apóstol de Mi misericordia, —le decía Jesús— proclama al mundo entero Mi misericordia insondable, no te desanimes por los obstáculos que encuentras al proclamar Mi misericordia. Estas dificultades que te hieren tan dolorosamente son necesarias para tu santificación y para demostrar que esta obra es Mía» (Diario 1142). La Virgen María le recordaba que era su Madre y la animaba a ejercitarse en las virtudes más agradables a Dios: humildad, castidad y amor de Dios. Durante una Misa del Gallo, María Santísima puso en las manos de Sor Faustina al pequeño Niño Jesús.
La capilla, que en tiempos de Sor Faustina sólo servía a las religiosas y a sus alumnas, se abrió a todos después del comienzo de la Segunda Guerra Mundial. En marzo de 1943 el P. Józef Andrasz S.J., confesor y director espiritual de Sor Faustina en Cracovia, bendijo el primer cuadro de Jesús Misericordioso de Adolf Hyła, ofrecido a la capilla como exvoto por el salvamento de la familia de los accidentes de la guerra. Por aquel entonces se dio inicio a los oficios solemnes, en honor de la Divina Misericordia, a los que acudían en masa los habitantes de Cracovia y de las afueras de la ciudad, porque eran tiempos difíciles y la gente buscaba la salvación en la misericordia de Dios. Para estas celebraciones la imagen de Jesús Misericordioso se colocaba en el altar lateral, y esto era una tarea difícil, ya que la imagen no cabía en el nicho del altar. Por esta razón la superiora del convento le encargó al mismo artista un segundo cuadro que correspondía en tamaño y forma al nicho del altar. Lo bendijo también el P. Andrasz en la Fiesta de la Misericordia de 1944. El cuadro pronto se hizo famoso por sus gracias. Sus copias y reproducciones se han extendido por todo el mundo y hoy es la imagen de Jesús Misericordioso más famosa. En él se cumplieron palabras de Jesús dichas a Santa Faustina en la primera aparición: «Deseo que esta imagen sea venerada primero en su capilla y [luego] en el mundo entero». (Diario 47). El cuadro es un signo visible de todo el mensaje de la Misericordia, ya que, por una parte, revela la verdad del amor misericordioso de Dios, que se manifestó más plenamente en la vida, muerte y resurrección de Jesús, y, por otra, nos recuerda nuestra respuesta al amor anticipante de Dios, que se expresa en una actitud de confianza en Él, es decir, en el cumplimiento de su voluntad, y en el amor al prójimo, mostrado con obras, palabras y oración.
La pintura representa a Jesús resucitado con una túnica blanca, con los signos de su pasión y con unos característicos rayos que salen de su corazón traspasado, que no son visibles en el cuadro. El mismo Jesús explicó que el rayo blanco significa el agua que limpia las almas, es decir, el sacramento del bautismo y de la penitencia, y el rayo rojo significa la sangre que es la vida de las almas que se da plenamente en la Eucaristía. A la devoción a esta imagen, que consiste en la oración llena de confianza acompañada por las obras de misericordia, Jesús prometió la salvación eterna, gran progreso en el camino de la perfección de la vida cristiana y la gracia de una muerte feliz. Además, ha prometido que de esta manera se puede adquirir todo, incluso los beneficios temporales, si están de acuerdo con su voluntad, es decir, si son buenas para nosotros ahora y en la eternidad. «Por medio de esta imagen -dijo Jesús- colmaré a las almas con muchas gracias, por eso, que cada alma tenga acceso a ella» (Diario 570).
Bajo el altar lateral de la imagen milagrosa de Jesús Misericordioso se encuentran los restos mortales de Santa Faustina, en el ataúd de mármol blanco. Sus restos mortales fueron trasladados del cementerio a la capilla del convento en 1966, primero fueron colocados bajo el suelo y después de su beatificación en dicho lugar. Una reliquia se colocó en el reclinatorio de mármol delante del altar para que los peregrinos pudieran venerarla. La gente a fuerza de sus ruegos obtiene muchas gracias por su intercesión, como demuestran los exvotos y los testimonios de los fieles. Así Jesús le dijo a ella: «Haz lo que quieras, distribuye gracias como quieras, a quien quieras y cuando quieras» (Diario 31).
Ante esta imagen de Jesús Misericordioso rezaron los Papas de las últimas décadas: san Juan Pablo II (7 de junio de 1997), Benedicto XVI (27 de mayo de 2006) y Francisco (30 de julio de 2016), como también numerosos obispos de muchos países del mundo, representantes de los gobiernos estatales, científicos, artistas y fieles de todos los continentes. «Cada uno puede venir aquí —decía el Papa Juan Pablo II— mirar esta imagen de Cristo misericordioso, su corazón resplandeciente de gracias, y escuchar en el fondo de su alma lo que oyó Sor Faustina: No tengas miedo de nada, Yo estoy siempre contigo (Diario 613). Y si, con corazón sincero, alguien responde: “¡Jesús, en Ti confío!”, encontrará consuelo en todas las angustias y temores».
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