A las almas que propagan la devoción a Mi misericordia, las protejo durante toda su vida como una madre cariñosa a su niño recién nacido y a la hora de la muerte no seré para ellas Juez sino Salvador misericordioso (Diario 1075). Ésta es la promesa que Jesús hizo a todos aquellos que proclamen la Misericordia, lo hagan como lo hagan. A los sacerdotes, el Señor les hizo una promesa adicional: Diles a Mis sacerdotes que los pecadores más empedernidos se ablandarán bajo sus palabras cuando ellos hablen de Mi misericordia insondable, de la compasión que tengo por ellos en Mi Corazón. A los sacerdotes que proclamen y alaben Mi misericordia, les daré una fuerza prodigiosa y ungiré sus palabras y sacudiré los corazones a los cuales hablen (Diario 1521). Estas promesas muestran claramente qué significado tiene el hecho de difundir la devoción a la Divina Misericordia, puesto que Jesús promete a todo aquel que asuma esta tarea su protección maternal, tanto en esta vida y como en el momento de la muerte. La difusión del culto de la Misericordia es pues una de las formas de la devoción a la Divina Misericordia, a parte de la imagen de la Misericordia, la Fiesta de la Divina Misericordia, la Coronilla de la Divina Misericordia y la Hora de la Misericordia, ya que también esta práctica de devoción, es decir, la divulgación de la Divina Misericordia, es objeto de las promesas de Jesús, de las que todos se pueden beneficiar.
La difusión del culto de la Divina Misericordia, consiste en proclamar el misterio de la Misericordia de Dios, el cual nos ha sido revelado del modo más pleno en Cristo crucificado y Resucitado; la propagación del culto a la Divina Misericordia se lleva a cabo mediante nuestro testimonio de vida, a través de actos, palabras y con la oración. Estas acciones, no sólo deben mostrar el camino que conduce hacia una vida hermosa y feliz en la tierra, sino que sobre todo deben estar al servicio de la obra de la salvación y santificación del mundo y con el fin de preparar a la humanidad entera para la segunda venida de Cristo en la tierra. Secretaria de Mi misericordia – dijo Jesús a Sor Faustina – escribe, habla a las almas de esta gran misericordia Mía, porque está cercano el día terrible, el día de Mi justicia (Diario 965). Hija Mía, no dejes de proclamar Mi misericordia (Diario 1521). Hija Mía, habla al mundo entero de la inconcebible Misericordia Mía (Diario 699). Todavía queda tiempo, que recurran, pues, a la Fuente de Mi Misericordia, se beneficien de la Sangre y del Agua que brotó para ellos (Diario 848). Escribe: Antes de venir como juez justo abro de par en par la puerta de Mi misericordia. Quien no quiera pasar por la puerta de Mi misericordia, tiene que pasar por la puerta de Mi justicia (Diario 1146). Vemos pues por qué tantas veces aparece en el Diario de Sor Faustina esta exhortación de Jesús que a través de santa Faustina va dirigida al mundo entero y a toda la Iglesia.
La tarea de proclamar el mensaje de la Divina Misericordia se desprende del don que hemos recibido ya en el momento del santo bautismo. Es también un derecho y un deber de la Iglesia, y por lo tanto, de todos los creyentes. Ha llegado la hora en la que – dijo Juan Pablo II en Cracovia el 17 de agosto de 2002 en Cracovia – el mensaje de la Divina Misericordia derrame en los corazones la esperanza y se transforme en chispa de una nueva civilización: la civilización del amor.
1. Conocimiento del misterio de la Divina Misericordia
La tarea de proclamar y de hacer presente en el mundo de hoy, de diferentes maneras, el amor misericordioso de Dios (mediante el testimonio de vida, mediante actos, palabras y con la oración), requiere, en primer lugar, hacer un esfuerzo para ir conociendo mejor este misterio, el más bello de nuestra fe, sobre la base de los textos bíblicos; pero también buscando signos de este amor en nuestra propia vida y en el mundo. Sor Faustina, tratando de ser fiel a la regla de su congregación, procuraba reflexionar sobre la bondad de Dios en la obra de la creación, en la obra de la salvación, en la Santa Iglesia, así como en la Palabra de Dios y en los sacramentos. También meditaba sobre cómo se manifiesta la bondad divina en la vocación que el hombre ha recibido para unirse a Dios ya aquí en la vida terrenal y por toda la eternidad. Ella trataba también de descubrir, día tras día, en todos los acontecimientos de la vida cotidiana, la mano amorosa de nuestro Padre Celestial. El hecho de ir conociendo así el misterio de la Divina Misericordia, la llevó a concluir que en la vida humana todo lo bueno viene de Dios y es un don suyo, de su amor misericordioso. Así por ejemplo, escribió en el «Diario«: Tu misericordia, como un hilo de oro nos acompaña durante toda la vida y mantiene el contacto entre nuestro ser y Dios en cada aspecto; Dios no necesita nada para ser feliz, pues todo es únicamente la obra de su misericordia. Mis sentidos se paralizan por la alegría cuando Dios me da a conocer más a fondo este gran atributo suyo, es decir su insondable misericordia (Diario 1466). Dios fortaleció en ella el conocimiento de la misericordia de Dios mediante las potencias naturales de la razón y la voluntad, también con el don de la contemplación, gracias al cual podía penetrar con más profundidad en este misterio para proclamarlo de modo más fructífero al mundo.
Para poder acercar al mundo el misterio de la misericordia de Dios de un modo más eficaz, tal como nos muestra el testimonio de vida de Sor Faustina, no basta el mero conocimiento intelectual de esta verdad de la fe, sino que hay que vivirla cada día. Por eso el Señor Jesús, al instruir a Sor Faustina tantas veces, la alentaba no sólo a considerar su amor misericordioso y bondad insondables, sino sobre todo a imitarlo en una actitud misericordiosa hacia los demás. Hija Mía – exhortaba el Señor a Sor Faustina – observa Mi Corazón misericordioso y reproduce su compasión en tu corazón y en tus acciones, de modo que tú misma, que proclamas al mundo Mi misericordia, seas inflamada por ella (Diario 1688). Ella, obediente a las palabras de Jesús, quería transformarse totalmente en la Misericordia, ser su vivo reflejo. Oh Jesús mío, cada uno de Tus santos refleja en si una de Tus virtudes, yo deseo reflejar Tu Corazón compasivo y lleno de misericordia, deseo glorificarlo. Que Tu misericordia, oh Jesús, quede impresa sobre mi corazón y mi alma como un sello y éste será mi signo distintivo en esta vida y en la otra. Glorificar Tu misericordia es la tarea exclusiva de mi vida (Diario 1242).
2. Proclamar el mensaje de la Misericordia
Sor Faustina difundía el culto de la Misericordia, primero mediante el testimonio de su propia vida, vivido en un espíritu de confianza en Dios y con una actitud misericordiosa hacia el prójimo. La preocupación por ir creciendo en este espíritu de misericordia requiere un empeño para avanzar en el propio desarrollo personal, cuidando de la vida espiritual, procurando ser fiel en el cumplimiento de la voluntad de Dios y aprovechando todas las oportunidades que ofrecen ocasión para ejercer la caridad al prójimo. Una persona así, que confía en Dios (cumple su voluntad) y lleva a cabo actos de misericordia, se convierte en una imagen viva de la misericordia de Dios, pues cualquiera que se fije en ella se percatará de que Dios es bueno y se convencerá de que merece la pena confiar en Él y de que vale la pena imitarle en su amor misericordioso para con el hombre. Esta disposición para ejercer la misericordia al prójimo, tanto en las pequeñas ocasiones como en las grandes, es particularmente elocuente. Es el argumento más potente gracias al cual la proclamación del culto de la Divina Misericordia se vuelve verdaderamente fructífera. El testimonio de vida ejercido en este espíritu de misericordia es la principal manera de difundir y divulgar el culto de la Divina Misericordia.
Si embargo, el testimonio de vida no es suficiente; cabe también proclamar la misericordia de Dios de palabra. Sor Faustina, en los contactos personales que tenía con las personas, aprovechaba cada oportunidad para hablar de la bondad de Dios y para alentar a las personas a confiar en Él. Predicaba el mensaje de la Divina Misericordia, no sólo con la palabra viva, sino también mediante la palabra escrita. Bajo encargo del Señor, Sor Faustina se puso a escribir un Diario espiritual, en el cual describía las grandes obras de Dios, todo aquello que Él había hecho en su vida y en el mundo. A través de su «Diario», ella sigue proclamando al mundo hasta el día de hoy el misterio de la Divina Misericordia: nos habla de lo bueno que es el Señor, cómo se preocupa por cada persona, por su felicidad temporal y eterna, y nos exhorta a confiar en su misericordia. También nos anima a formarnos conforme a este espíritu de la misericordia.
Por lo general, la tarea de predicar de palabra la misericordia de Dios la solemos asociar a intervenciones públicas: una homilía, la catequesis en las escuelas, audiciones en la radio o apariciones en la televisión, o bien lo asociamos a la palabra escrita mediante libros, artículos en periódicos, etc. No obstante, cuando más podemos hacerlo es en las situaciones comunes de la vida cotidiana, en nuestros contactos personales con otras personas. Esto sucede cuando, como solía hacer Sor Faustina, tratamos de interpretar los acontecimientos de nuestra vida en nuestras conversaciones cotidianas, tratando de descubrir la bondad de Dios; es decir, cuando somos capaces de trasponer las situaciones cotidianas a la perspectiva que proporciona la fe, para poder ver en ellas la mano amorosa del Padre Celestial; esto lo podemos hacer incluso en las experiencias dolorosas y en medio de grandes sufrimientos. Es entonces cuando el apostolado da grandes frutos en la vida cotidiana.
Otra forma de rendir honor a la Divina Misericordia es la oración. En la práctica de la devoción a la Divina Misericordia esto se realiza en las formas que Jesús trasmitió a Sor Faustina. Cabe destacar la oración diaria siguiendo la liturgia de la Iglesia; podemos rezar también de forma individual, venerando la imagen de Jesús Misericordioso, rezando la Coronilla de la Divina Misericordia, o rezando la oración en la Hora de la Misericordia; también se puede adorar a Dios en el misterio de su misericordia, propagar el culto de la Divina Misericordia e implorarla para el mundo entero. Las plegarias, los ayunos, las mortificaciones, las fatigas y todos los sufrimientos, los unirás a la oración, al ayuno, a la mortificación, a la fatiga, al sufrimiento Mío y entonces tendrán valor ante Mi Padre (Diario 531). El sufrimiento tiene un papel muy importante a la hora de implorar la misericordia para el mundo: Hay un solo precio – le dijo Jesús a santa Faustina – con el cual se compran las almas, y éste es el sufrimiento unido a Mi sufrimiento en la cruz (Diario 324). Y en otro lugar: cada conversión de una alma pecadora exige sacrificio (Diario 961). Jesús también pidió lo siguiente: Necesito tus sufrimientos para salvar las almas (Diario 1612). Une tus sufrimientos a Mi Pasión y ofrécelos al Padre Celestial por los pecadores (Diario 1032). También le enseñó que con la oración y el sufrimiento se podía salvar más almas que con el trabajo pastoral de un misionero sólo a través de sus prédicas y sermones (Cf. Diario 1767).
Sor Faustina, y todos los que acogen en su corazón el mensaje de la Divina Misericordia, deberían implorar gracias, en primer lugar para los pecadores, porque son los que están en una situación de mayor miseria y pobreza y por lo tanto son los que más precisan de la Divina Misericordia. El Señor Jesús a menudo pedía oraciones en esta intención: La pérdida de cada alma Me sumerge en una tristeza mortal. Tú siempre Me consuelas cuando rezas por los pecadores. Tu oración que más Me agrada es la oración por la conversión de los pecadores. Has de saber, hija Mía, que esta oración es siempre escuchada (Diario 1397). Esto es así, porque esta oración es conforme a la voluntad de Dios, quien lo que más desea es que todos los hombres se salven, porque a todos los creó por amor y Jesús entregó su vida por cada persona y desea poder llevarnos a todos a la casa del Padre, para vivir con Él por toda la eternidad.
El segundo grupo de privilegiados en la oración de los Apóstoles de la Divina Misericordia son los sacerdotes y los religiosos y religiosas, es decir aquellos que conducen a las almas a Dios por los caminos de la salvación; además, ellos se hallan en la primera línea del frente de batalla por la conquista de las almas. También ellos, pues, precisan mucho del apoyo de la oración. Confío a tu cuidado – dijo Jesús a Faustina – dos perlas preciosas para Mi Corazón, que son las almas de los sacerdotes y las almas de los religiosos (Diario 531). En el “Diario” de santa Faustina también podemos encontrar una petición de Jesús en la que pide que se rece por los agonizantes: Reza, cuanto puedas, por los agonizantes, impetra para ellos la confianza en Mi misericordia, porque son ellos los que más necesitan la confianza, pues son a quienes más falta les hace. Has de saber que la gracia de la salvación eterna de algunas almas en el último momento dependió de tu oración (Diario 1777).
Jesús también recomendó a santa Faustina que asistiera a menudo a las almas del purgatorio, porque allí la necesitaban (Cf. Diario 1738), es decir, que rezara por los difuntos, ejerciendo así la misericordia mediante la oración y el sacrificio. A pesar de que el Señor no menciona expresamente otras categorías de personas, está claro que se debe orar por todos, porque el Señor siempre insistía en que hay que implorar la misericordia de Dios para el mundo entero.
Sin embargo, en ningún momento – escribía Juan Pablo II – y en ningún período histórico, especialmente en una época tan crítica como la nuestra, la Iglesia puede olvidar la oración que es un grito a la misericordia de Dios ante las múltiples formas de mal que pesan sobre la humanidad y la amenazan. Precisamente éste es el fundamental derecho-deber de la Iglesia en Jesucristo: es el derecho-deber de la Iglesia para con Dios y para con los hombres (DM 15).
3. Proclamar correctamente la Divina Misericordia
En la difusión del culto de la Misericordia es de suma importancia la correcta transmisión del mensaje de la Misericordia, incluyendo la preocupación por la pureza del culto de la Divina Misericordia según las formas previstas por Sor Faustina. Es sabido que en nuestros tiempos, el culto de la Divina Misericordia se ha convertido en una devoción muy popular. De ahí que hayan aparecido muchas publicaciones en las cuales se presenta la devoción a la Divina Misericordia de un modo muy simplificado y a menudo de forma errónea, lo cual lleva a una práctica inapropiada de dicha devoción.
El Padre Prof. Ignacy Rożycki estableció las bases para el fundamento teológico de la devoción a la Divina Misericordia en los estudios que hizo sobre los escritos de Sor Faustina en vistas a la preparación del proceso de beatificación. Un resumen de dicho trabajo fue publicado en forma de folleto, titulado: „Miłosierdzie Boże. Zasadnicze rysy nabożeństwa do Miłosierdzia Bożego” (La Misericordia de Dios. Características esenciales de la devoción de la Divina Misericordia). Por otro lado, el estudio del Padre Rozycki fue publicado en su totalidad en forma de libro, que lleva el título: „Nabożeństwo do Miłosierdzia Bożego” (Devoción a la Divina Misericordia, Editorial Misericordia «, Cracovia 1999, segunda edición – 2008). Según este estudio, la esencia de la devoción a la Divina Misericordia consiste en confiar en Dios (es decir, la actitud bíblica de la confianza), y en tener una actitud de misericordia hacia los demás. Sólo sobre la base de este fundamento se puede desarrollar correctamente el culto de la Divina Misericordia que consta de las siguientes prácticas: la imagen de Jesús Misericordioso, la Fiesta de la Divina Misericordia, la Coronilla de la Divina Misericordia, La Hora de la Misericordia y la divulgación de la Divina Misericordia. Jesús asoció a todas estas formas de devoción a la Divina Misericordia unas promesas, y las ofreció a todos (no sólo a santa Faustina, como ocurre por ejemplo con la jaculatoria: Oh Sangre y Agua…o con la Novena de la Divina Misericordia). Si se omite el fundamento, es decir, la formación de la vida cristiana en el espíritu de la confianza en Dios y de la misericordia hacia el prójimo, ninguna de las formas del culto podrá ser un acto de culto auténtico y por lo tanto no dará los frutos esperados. Así pues – escribe el Padre I. Rozycki – si alguíen por ejemplo recita la Coronilla de la Divina Misericordia, pero lo hace sin confiar, no recibirá nada a cambio, nada de lo que Jesús asoció al rezo confiado de la Coronilla.
Los errores más comunes y frecuentes en la difusión y en la práctica de la devoción a la Divina Misericordia resultan de la fragmentación de los textos del «Diario» y de las prácticas inapropiadas de esta devoción.
La fragmentación consiste en extraer del «Diario» frases aisladas y difundirlas sin tener en cuenta la totalidad de la obra, sin llevar a cabo un análisis completo. Luego, la mencionada frase se publica (como una declaración absoluta) y es tratada como un axioma o como una verdad completa sobre algo. Se pueden mencionar algunos ejemplos:
– Deseo que haya tal Congregación (…) donde se proclame e implore la misericordia para el mundo entero. Alguien que lea estas palabras pensará que Jesús deseaba que se fundara una congregación religiosa concreta que adoptara unas tareas determinadas. Sin embargo, si se analiza bien el Diario en su totalidad, se desprende que Jesús no se refería a una única congregación; más bien hablaba de una gran obra en la Iglesia, que hoy llamamos el Movimiento Apostólico de la Divina Misericordia (Cf. Diario 1155).
– El alma que venere esta imagen no perecerá (u otras promesas que Jesús hizo sin más condiciones). Estas promesas del Señor u otras se cumplirán siempre y cuando la persona mantenga ciertas condiciones, que en la devoción de la Divina Misericordia son: tener confianza en Dios y una actitud activa de misericordia hacia los demás. El alma que venere esta imagen… es decir, se refiere a la persona que reza ante esta imagen con confianza, y que además une esta oración confiada a obras y actos concretos de misericordia; por lo tanto no se trata de las personas que llevan la imagen de Jesús Misericordioso en su cartera.
– Un error frecuente es también el hecho de promover diversas formas de devoción a la Divina Misericordia, como por ejemplo la Coronilla de la Divina Misericordia, la Novena y las Letanías sin explicar en qué consiste la esencia de la devoción a la Divina Misericordia y sin distinguir cuáles son las formas más privilegiadas del culto a la Divina Misericordia, de entre todas las oraciones que se proponen en el «Diario» de Santa Faustina.
Otro grupo de errores proviene de una práctica inadecuada de la devoción a la Divina Misericordia y consiste básicamente en:
– Hacer caso omiso de la necesidad de formar en los fieles una actitud de confianza en Dios y de misericordia hacia los demás, limitando la devoción al rezo de la Coronilla,
– Agregar o quitar palabras en el rezo de la Coronilla de la Divina Misericordia,
– Añadir revelaciones privadas u otras formas de culto,
– Tratar la misión de santa Faustina de forma aislada de la Sagrada Escritura, sin tenerla en cuenta.
El mensaje de la Misericordia, que debemos vivir y compartir con los demás, es un gran don de Dios para nuestro tiempo, un don que al mismo tiempo es un signo de esperanza, garantía de salvación y luz que ilumina los caminos de la humanidad en el tercer milenio de la fe; por lo tanto, debería ser transmitido con una gran humildad y de conformidad con los deseos de Jesús. Este mensaje – como dijo el Papa Benedicto XVI – es en realidad el mensaje principal para nuestros tiempos: la Misericordia como la fuerza de Dios, como el límite que Dios pone al mal de todo el mundo. Por lo tanto, hay una gran necesidad de compartir este don lo mejor que podamos y para hacerlo con una gran generosidad.
Hna. M. Elżbieta Siepak ISMM
Traducción del polaco: Xavier Bordas Cornet