En la historia de la Iglesia y el mundo se pueden observar diferentes visiones y conceptos en lo referente a la misericordia en las relaciones humanas y sociales, así como en cuanto a su práctica. Cada modelo de misericordia destaca algún aspecto del ejercicio de la caridad al hacer n bien a otra persona, y todo ellos se complementan; de ese modo, estos modelos describen mejor esta realidad, que es la misericordia en las relaciones humanas. En la actualidad encontramos cada uno de estos modelos de misericordia que han ido apareciendo en la historia de la Iglesia, y aparecen también las mismas ideas falsas sobre la misericordia, que la identifican, por ejemplo, con la compasión, la condescendencia hacia el mal o el desdeño de la justicia, así como tenemos las corrientes filosóficas que niegan totalmente la necesidad de la misericordia. También hemos sido testigos del nacimiento de una nueva escuela de misericordia, llamada por los teólogos, la escuela personalista, que conforman Santa sor Faustina y Juan Pablo II. Explorar estas escuelas de la misericordia, con el fin de irlas conociendo mejor, permitirá profundizar en la verdad de la misericordia cristiana. Pues del modo como se entienda la misericordia dependerá su práctica.
LA VISIÓN CRISTIANA DE LA MISERICORDIA
Conversaciones con el Padre Prof. Henry Wejman
¿Cuál era el concepto de misericordia en los primeros siglos del cristianismo?
Para mostrar la realidad de la misericordia en los primeros siglos del cristianismo, hay que referirse al modo como la comprendían personas importantes de aquella época, tales como Tertuliano, considerado como el padre de la literatura latina cristiana, San Cipriano, Obispo de Cartago, llamado el hombre de la misericordia, y San Agustín, Obispo de Hippona, considerado como el mayor teólogo del período patrístico. Sólo a la luz de sus enseñanzas es posible presentar el concepto de la misericordia que tenía la gente de aquel tiempo.
Tertuliano, para definir la misericordia, utilizaba el concepto de limosna. Sin embargo su significado no se limitaba sólo al acto de prestar ayuda económica a otra persona, sino que también se refería al hecho de dar un apoyo espiritual. Lo expresó muy bien en el tratado: «Sobre la huida de las persecuciones» en la obra «Apologético», en la que compara la importancia de ambos conceptos. Él escribía: No espera limosna aquel que en vez de ser digno de lástima, viene provocando el terror. Por lo tanto le voy a dar la limosna, en virtud de la misericordia, y no del terror (p. 39, 6). Según él, la limosna significaba prestar ayuda a alguien que la pedía, y no cuando la quería arrebatar mediante el terror. Así pues, la misericordia es un acto voluntario y por lo tanto, cualquier tipo de ayuda forzada no puede ser considerada como tal acto de misericordia. De esto se deduce que el ejercicio de la misericordia abarca todas las necesidades humanas, tanto materiales como espirituales, y su base debe ser la misericordia de Dios, que se nos ha revelado en Cristo.
Cipriano (200/201-258) entendía la misericordia como una forma de realización de los deberes religiosos y morales de los fieles. La motivación para una tal acción por parte de los fieles la veía en el mandato de Cristo cuando nos exhorta a ser misericordioso. Cuando los fieles llevan a cabo actos en un espíritu de misericordia, le muestran también la misericordia a Cristo mismo, pero cuando esquivan tales actos, se la niegan a Él también. Jesús recompensa los actos de misericordia ejercidos por las personas, colmándolas con la alegría espiritual ya aquí en la tierra, y con beneficios espirituales en la otra vida; en cambio, su falta, es decir, la falta de misericordia, la penaliza administrándoles en la vida temporal penas en forma de desgracias y amenazas, y amenaza con el fuego del infierno como pena definitiva. De esta manera, la misericordia según la visión Cipriano, constituye un acto fundamental de reparación a Dios, que permite alcanzar méritos para la vida eterna.
Agustín (354-430) veía la misericordia como el acto de ayudar a la persona necesitada. Sin embargo, su auténtico valor se alcanza gracias a una motivación sobrenatural, es decir, cuando se cumple para Dios, es decir, para agradarle («Sobre la ciudad de Dios», X, 6). Por lo tanto, la misericordia – según su concepción – tiene dos planos de referencia: en relación con las personas y en relación con Dios. En ambos casos los actos misericordiosos tienen sus efectos. Por un lado, constituyen un apoyo para el necesitado, y por otro, expresan la gloria de Dios. La fuente de la misericordia está en Dios. Él la extiende sobre todos los hombres, incluso abarca con ella a los impíos, lo cual no excluye la condenación de los malos.
Estos análisis permiten concluir que la misericordia en el período de la antigüedad cristiana no era percibida como una debilidad humana, sino más bien como rasgo de la sabiduría verdadera. Al ejercerla en favor del prójimo, como Cristo lo hizo, proporciona un alivio al necesitado, y la persona que la ejerce merece la felicidad eterna con Dios.
A través de los siglos, el concepto de la misericordia se ha ido desarrollando. Santo Tomás de Aquino desempeñó probablemente también un papel considerable. ¿Qué es lo más característico de su forma de comprender la misericordia?
La comprensión que Tomás tenía de la misericordia se formó como una respuesta a la concepción sentimental que tenía de la misericordia la gente de la antigüedad. Al llevar a cabo una crítica de sus concepciones, demostró que la misericordia es una virtud; pertenece a los deberes del hombre, ya que su principal razón – según su opinión – no eran unas u otras tribulaciones humanas, sino el mandamiento de Cristo cuando nos exhorta a imitar la Divina misericordia «(Mt 5, 48, Lc 6, 36). Así pues, Santo Tomas corrigió la concepción sentimental de la misericordia. Según él, toda persona debe ser misericordiosa siempre, independientemente de si se encuentra con las tribulaciones humanas, o no. Las etapas posteriores, a la hora de llevar a cabo dicha corrección del concepto sentimental de la misericordia, sólo se referían a la naturaleza misma de la misericordia. Misericordioso es quien tiene un corazón compasivo. La compasión comprendida, por supuesto, no como el hecho de prestar ayuda al necesitado, sino como el sentimiento de tristeza, causado por su miseria y tribulación. Por este motivo, concluyó que la misericordia es tristeza, cuya razón es la falta de algo, y dicha falta debe motivarnos para actuar (STh II-II, q. 30, a.2). Tomás de Aquino insistía que el hombre se entristece y sufre por el mal del otro cuando lo siente como algo propio. La razón de esta percepción puede ser: la comunión de sentimientos, cuando el hombre considera al amigo como si de él mismo se tratara, y por lo tanto, su mal lo percibe como suyo propio, le duele y sufre como si le hubiera sucedido esto a él mismo; o habla también de la comunidad de bienes, cuando un hombre se compadece del otro pensando que a él mismo le puede suceder lo mismo (STh II-II, q. 30, a.2). Este sentimiento es, a su vez, juzgado por la razón, que tiende a hacer el bien a la persona que está en la necesidad material o moral, de conformidad con las exigencias de la justicia. Basándose en estos supuestos, Santo Tomás consideraba la misericordia como un acto moralmente justificado, pero al mismo tiempo como una virtud moral. Según él, cumple todos los requisitos para serlo. Aunque su objeto son los sentimientos, se trata de una habilidad intelectual y volitiva. La misericordia es pues una virtud cercana al amor, sin embargo, tiene su propio motivo, que es la miseria humana, la cual despierta la compasión en otra persona (STh II-II, q.30, a.3.) Por esta razón, la misericordia es la mayor de las virtudes, ya que poner remedio a las necesidades de los demás es la mejor prueba de su supremacía. Sin embargo, en la relación del hombre con Dios no puede ser considerada como la mayor virtud, ya que lo más importante es el amor, puesto que el amor es lo que nos une a Dios. El amor asemeja el hombre a Dios, de un modo existencial, y la misericordia lo hace en la acción. Por lo tanto, la misericordia pertenece a sus efectos. Y siendo así, permanece en relación con la justicia. La misericordia sin la justicia, se convierte en una anarquía espiritual, y ésta, a su vez, sin la misericordia se convierte en crueldad (STh I, q.21, a.3.)
Del catecismo conocemos la lista de las obras de misericordia en relación con el alma y con el cuerpo. ¿De dónde viene esta división y este concepto de la misericordia?
El concepto de la misericordia de Santo Tomás, llamado aretalógico, no fue bien entendido por sus sucesores. Sus comentaristas pusieron énfasis en los actos de misericordia, y el resultado fue el concepto actualista, que se halla en los libros de teología y en la práctica de la Iglesia. En su base, se hallaba la voluntad de sistematizar las áreas teológicas que hablan del ejercicio de la misericordia. El criterio para efectuar la división de dichas áreas era el concepto del hombre como un ser psicofísico. Se ahí que se distinguieran los actos en relación con el cuerpo, de los actos en relación con el alma. Y la clave para determinar el número de los destinatarios de la misericordia fue usada la visión bíblica del Juicio Final (Mt 25, 31-46), añadiendo por supuesto el acto relacionado con la vida futura del hombre. Esta sistematización parece agotar la situación existencial del hombre, pero todavía necesita ser rellenada con un nuevo contenido. Por ejemplo, la exhortación a alimentar a los hambrientos de algo no puede ser leída como un aliento a satisfacer el hambre de alcohol o drogas. En el caso de que el prójimo sienta este tipo de necesidad, la misericordia hacia él debe consistir totalmente en otra cosa. Esto sugiere que el primer paso a efectuar para ejercer la misericordia hoy en día es el de verificar bien cuáles son realmente las necesidades de la persona. Mientras que en un caso la misericordia puede consistir en evitar que se satisfagan ciertas necesidades, en otro será justo lo contrario, consistirá en despertar en la persona necesidades saludables, como por ejemplo, las de índole cultural, estética o las religiosas.
Hoy, bajo la palabra «misericordia» se ocultan diferentes significados. Muchos de ellos derivan de los conceptos de misericordia, que aparecieron en la historia de la Iglesia y del pensamiento humano. En el número anterior de „Orędzia Miłosierdzia” (Mensaje de la Misericordia), hablamos de los tres conceptos de la misericordia cristiana: el concepto formado en los primeros siglos del cristianismo, el concepto de Santo Tomás y el concepto de sus discípulos, que clasificaron las obras de misericordia en cuanto al alma y en lo referente al cuerpo. Entre los muchos enfoques de la misericordia que existen, se pueden encontrar también algunos que ven en esta virtud como un obstáculo para el desarrollo humano. ¿Cuál es su origen y su mensaje?
En la historia han aparecido opiniones que deformaron la imagen de la misericordia. Se basaban en el pensamiento filosófico, que trataba de interpretar la historia de acuerdo con principios de agresividad, de la concupiscencia, de la fuerza y de las aspiraciones humanas para alcanzar el poder. Estas ideas respecto a la misericordia, se pueden llamar conceptos vegetativos y biológicos. El primero que presentó este concepto fue N. Maquiaveli, escritor florentino, historiador y diplomático (1469-1527). Al destacar el principio del engaño y la violencia para alcanzar el objetivo perseguido, percibía la misericordia como un valor para algunos, vinculado al mismo tiempo a la crueldad para los demás. Las influencias de sus axiomas psicológicos relacionados con la naturaleza humana se pudieron ver más tarde en las ideas de los positivistas del siglo XIX, entre los que destacan, especialmente por su actividad, dos filósofos: el italiano V. Pareto (1848 – 1923) y el alemán F. Nietzsche (1844 – 1900). Las reflexiones filosóficas de este último influyeron muchísimo en el etos de la misericordia de muchas personas.
Partiendo del supuesto del darwinismo radical, Nietzsche creía que la vida humana estaba guiada por las mismas fuerzas que rigen todo el cosmos. La vida humana se limita – según él – al área vegetativo-biológica. El único principio que puede garantizar el crecimiento del hombre, es la fuerza biológica y la rivalidad. Sólo de esta manera se puede – según su forma de pensar – alcanzar la plenitud de la humanidad y conseguir una posición adecuada en la sociedad. El progreso humano en este ámbito sólo puede ser frenado por la misericordia. Por eso, Nietzsche actuaba con gran fervor contra el etos de la misericordia. La consideraba como un signo de debilidad y un freno en la lucha del hombre por realizarse en su condición humana y para desarrollarse en su humanidad, y lograr así una posición social relevante. Para él, la misericordia es el fundamento de la moral de los esclavos, que quieren de esta manera atraer la atención y acentuar su posición, para así, desacreditar a sus dueños. Por esta razón, no es de extrañar su desprecio, e incluso la clara actitud hostil que tenía hacia las personas misericordiosas. Su actitud irascible la expresó de una forma más explícita con estas palabras: “De verdad no puedo soportar a los misericordiosos, los cuales se alegran de su propia compasión: ¡demasiada poca vergüenza tiene esta gente!” La desacreditación de la necesidad y del valor de la misericordia en las relaciones interpersonales llevó a Nietzsche a la negación de Dios. Según él, la fe en el Dios de misericordia contribuye al retroceso del hombre. Para que esto no forme parte de la vida del hombre, y al mismo tiempo para que pueda experimentar la realización de su propia humanidad, es necesario – según él – el rechazo de Dios. En su lugar, el hombre debe empezar – según afirma Nietzsche – a confiar en sí mismo, puesto que el rechazo de Dios produce un vacío. Sólo entonces la persona se puede desarrollar plenamente. De esta manera, Nietzsche cuestionó el valor de la misericordia en las relaciones humanas.
En los del comunismo, en la lucha de clases por la igualdad y la justicia social, fue excluida la misericordia de la conciencia de la gente. ¿Entonces, acaso la misericordia no era necesaria?
El hecho de que durante el período comunista se pusiera énfasis en el principio de la lucha de clases como forma inevitable para eliminar las desigualdades sociales y para, al mismo tiempo, lograr el progreso social, lo que conlleva la mejora de las condiciones de vida de las personas, sin embargo, no significaba que la misericordia no fuera necesaria y que no tuviera ninguna razón de ser. Cuanto más se daba a conocer este principio, tanto más se manifestaba el valor de la misericordia en las relaciones interpersonales. La idea de la justicia social, destacada por Karl Marx (1818 – 1883) y F. Engels (1820 – 1895), en lugar de contribuir a la abolición de las clases y lograr una sociedad sin clases, en la práctica cotidiana llevó a divisiones sociales cada vez más profundas entre las personas y a desigualdades. Fue entonces, de una manera especial, cuando resaltó la necesidad de la misericordia. No sólo la gente común se percataba de ello, es decir, aquellos que experimentaban diversas dificultades derivadas de la introducción de los principios comunistas de la justicia social, sino también sus representantes. Por supuesto, es difícil determinar si los representantes destacaban el valor de la misericordia en las relaciones interpersonales con el fin de nivelar las carencias de los necesitados o si lo hacían para asegurarse su propia posición social; sin embargo, fuera como fuera, cabe señalar que se dieron cuenta de la necesidad de la misericordia. Alguien que expresó esto de un modo particular fue el seguidor del pensamiento marxista M. Fritzhand. Él creía que, aunque la lucha y la violencia no eran malas por naturaleza y por lo tanto debían ser utilizadas para lograr la justicia social, no obstante para hacerlo realidad había que tener en cuenta ciertas condiciones. Las expresó en esta declaración: El odio no debe ser interpretado de otra manera que el odio a las condiciones que provocan y mantienen el mal social. El proletariado, en su lucha contra la burguesía, no debe dejarse guiar por las ganas de exterminio del sustrato humano de la clase hostil. La primera parte de su declaración es una repetición de la – popular en el cristianismo – distinción entre el rechazo, en sentido de odio, de una mala acción, y el odio hacia la persona que comete el mal (se puede condenar el mal, pero nunca a la persona que erra), mientras que la segunda parte tiene carácter de postulado, para que la violencia de la lucha de clases no se asocie con la eliminación física de los enemigos de clases. El punto de vista de Fritzhand muestra que en el comunismo, aunque oficialmente se desacreditaba la misericordia, sin embargo, de una manera indirecta, de alguna manera se percataba de su necesidad.
¿Cuáles son las manifestaciones de estos conceptos negativos de la misericordia en el mundo de hoy?
Las interpretaciones negativas de la misericordia, tanto la vegetativo-biológica representada principalmente por F. Nietzsche, como la socio-política promovida por K. Marx y F. Engels y sus seguidores, dejaron consecuencias negativas para la existencia del hombre contemporáneo. La visión desde el punto de vista biológico de la misericordia de F. Nietzsche tiene consecuencias en cierta medida hasta el día de hoy. Su expresión es, por una parte una apología de la autosuficiencia del hombre en cuanto a su desarrollo personal, es decir, que no tiene en cuenta ninguna ayuda que pueda ser ofrecida por el hombre o por Dios, y por otro lado glorifica el poder y la fuerza en las referencias interpersonales, es decir, se trata del hecho de valorar más a las personas con mayor fuerza que a la sabiduría de la vida y la sensibilidad ante las necesidades de los demás. Otra consecuencia de esta interpretación es que muchas personas entienden la actitud misericordiosa sólo como si de compasión se tratara.
El enfoque marxista de la misericordia también ha influido en las actitudes de nuestros contemporáneos. La teoría de la justicia social, promovida durante muchos años, conlleva como consecuencia que, hoy en día, muchas personas quieren aislar la idea de justicia de la idea del amor. En la práctica, muchas personas reclaman lo que se les debe por vía de la justicia pura y dura. En otras palabras, parece que si alguien tiene derecho a ciertos bienes, no necesita tomar en cuenta las necesidades personales de la otra persona. Este tipo de axiología constituye un claro regreso al principio del Antiguo Testamento ojo por ojo, diente por diente (Cf. Lev 24, 20). Ya los antiguos romanos creían, y nos lo recordó Juan Pablo II en la Encíclica «Dives in misericordia» que el mundo de la justicia pura se convierte en un mundo cruel y despiadado, es decir, summum ius – summa injuria (Cf. DM 12). Por lo tanto, si el hombre se quiere evitar el proceso de despersonalización, debe dejarse guiar, en sus relaciones con los demás, por la misericordia.
Quisiera darle las gracias por la conversación
a hna. M. Koleta Fronckowiak ISMM
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«Orędzie Miłosierdzia» (Mensaje de la Misericordia) 63(2007), 64(2007), p.8-9.
Traducción del polaco: Xavier Bordas Cornet
Misericordia/La Misericordia en las relaciones interpersonales