El Jueves Santo es un día de acción de gracias a Dios misericordioso por el don del sacerdocio y la Eucaristía. Jesús me permitió entrar en el Cenáculo y estuve presente durante lo que sucedió allí. Sin embargo, lo que me conmovió más profundamente fue el momento antes de la consagración en que Jesús levantó los ojos al cielo y entró en un misterioso coloquio con su Padre. Aquel momento lo conocemos debidamente sólo en la eternidad. Sus ojos eran como dos llamas, el rostro resplandeciente, blanco como la nieve, todo su aspecto majestuoso, su alma llena de nostalgia. En el momento de la consagración descansó el amor saciado, el sacrificio completamente cumplido. Ahora se cumplirá solamente la ceremonia exterior de la muerte, la destrucción exterior, la esencia está en el Cenáculo (Diario 684).
TRIDUO PASCUAL CON SANTA FAUSTINA – Jueves Santo