La Madre Michaela Moraczewska, quien en ese entonces era superiora del convento en Varsovia en la calle Żytnia y luego fue su superiora general, recordó así el ingreso de Helena Kowalska – santa Sor Faustina – a la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia.
Un mañana de primavera del año 1924, cuando era superiora en la calle Żytnia, me avisaron de que en la portería una chica joven había venido a pedir su ingreso en la Congregación. Entonces bajé al locutorio y entreabrí la puerta pero aquella candidata, que estaba sentada de tal manera que no me veía, no me causó a primera vista buena impresión por su aspecto físico un tanto descuidado. Pensé: ¡eh, esta chica no es para nosotras! Y cerré silenciosamente la puer- ta con la intención de mandar a otra hermana para que le diera una respuesta negativa.
En aquel preciso momento pensé que, por amor al prójimo, sería mejor hacerle unas pocas preguntas para luego despedirme de ella. Entonces volví al locutorio y empecé a conversar con ella. Al momento me di cuenta de que la muchacha causaba mejor impresión cuando se conversaba con ella de cerca, por su agradable sonrisa, por la simpática expresión de su rostro, por su gran sencillez y sinceridad, también por el sentido común y la sensatez que mostraba al expresarse. Pronto cambié de opinión y quise aceptarla. La mayor dificultad era la pobreza material de Helenka Kowalska, y dejando de lado la cuestión de la dote, puesto que la Santa Sede puede liberar del aporte en caso de que fuera necesario, ella no tenía ningún ajuar personal y nosotras no teníamos fondos para este fin. Sin embargo le sugerí que por algún tiempo podría ir a trabajar como sirvienta doméstica con alguna familia y ahorrar así unos cientos de zlotis para el ajuar. Le gustó mucho la propuesta y decidimos que el dinero ahorrado iba a traerlo sucesivamente a la portería para guardarlo. Fue así como acordamos lo que se podía hacer por el momento, luego pronto me despedí de ella y me olvidé de todo.