La comunión espiritual es una forma conocida y a menudo practicada por los grandes santos. Santo Faustina tuvo días y semanas en su vida en los qre no pudo recibir la Sagrada Comunión. En su Diario escribe sobre cómo experimentó estos momentos.
„Hoy el médico ha decidido que no debo ir a la Santa Misa, sino solamente a la Santa Comunión. Deseaba ardientemente asistir a la Santa Misa, pero el confesor de acuerdo con el médico me ha dicho que sea obediente. “Es la voluntad de Dios que usted sea sana y no le está permitido, hermana, mortificarse en nada; sea obediente y Dios le recompensará.” Sentía que aquellas palabras del confesor eran palabras del Señor Jesús y aunque me dolía dejar la Santa Misa, ya que Dios me concedía la gracia de ver al Niño Jesús, no obstante antepongo la obediencia a toda otra cosa. Me sumergí en la plegaria e hice la penitencia; de súbito vi al Señor que me dijo: Hija Mía, has de saber que con un acto de obediencia Me das mayor gloria que con largas plegarias y mortificaciones. Oh, qué bueno es vivir en la obediencia, vivir en la conciencia de que todo lo que hago es agradable a Dios.» (Diario, 894).
Actualmente, cuando no podemos asistir a Misa, la Iglesia recomienda la Comunión espiritual. Para prepararse recibir a Jesús de manera espiritual son de ayuda los textos de Santa Faustina. Aquí está uno de ellos:
„Salgo a su encuentro y lo invito a la morada de mi corazón humillándome profundamente ante su Majestad. Pero el Señor me levanta del polvo y, como a su esposa, me invita a sentarme junto a Él y a confiarle todo lo que tengo en mi corazón. Y yo, animada por su bondad, inclino mi sien sobre su pecho y le cuento todo. En primer lugar le digo lo que no diría jamás a ninguna criatura. Y luego hablo de las necesidades de la Iglesia, de las almas de los pobres pecadores, de cuánto necesitan su misericordia. Pero el tiempo pasa rápidamente. Jesús, tengo que salir de aquí a los deberes que me esperan. Jesús me dice que queda todavía un momento para despedirse. Una profunda mirada recíproca y por un rato nos separamos aparentemente, pero nunca realmente. Nuestros corazones están unidos continuamente; aunque por fuera estoy ocupada por distintos deberes, pero la presencia de Jesús me sumerge constantemente en un profundo recogimiento” (Diario, 1806).